El último día en El Cairo no tenemos ninguna excursión planificada. Nos ofrecieron la posibilidad de visitar Alejandría y, de hecho, parte del grupo se animó a ello. Nosotros, sin embargo, aunque visitar Alejandría era nuestra idea inicial, tras leer sobre sus atractivos turísticos, estos no nos parecieron que merecieran la pena lo suficiente como para dedicar más de tres horas para ir y otras tantas para regresar, teniendo en cuenta el cansancio que acumulábamos ya.
Tras consultar a Rashedy qué podíamos visitar en el Cairo aprovechando el día libre, nos aconsejó que visitáramos el Palacio de Manial también conocido como Palacio de Mohammed Alí y/o el Palacio de Abdeen. Nos decidimos por el primero de ellos, ya que tras ver las fotos en Internet nos pareció mucho más atractivo que el segundo.
Para llegar al Palacio de Manial desde nuestro hotel solicitamos un Uber, sin embargo, introdujimos erróneamente el destino y acabamos en la facultad de agricultura del Cairo, donde enseguida atrajimos la atención de todos los que pasaban por allí (un grupo de ocho extranjeros vestidos a la manera occidental llamábamos mucho la atención), hasta el punto que nos quisieron invitar a tomar un té en el interior del recinto de la universidad, que amablemente rechazamos. Solicitamos un segundo Uber, indicando, esta vez sí, la dirección correcta, que nos llevó por fin al Palacio de Manial.
Una vez en el palacio de Manial, cuál es nuestra sorpresa cuando al intentar pagar las entradas en euros, nos indican que solo admiten libras egipcias, pero ninguno de los ocho que vamos tenemos otra cosa distinta a euros. Ahí empieza nuestra segunda aventura de la mañana, tratando de encontrar un banco o un cajero donde conseguir libras egipcias. Recorremos las calles del Cairo cercanas al palacio preguntando por un banco, pero no conseguimos entendernos con ninguna de las personas a las que preguntamos. Finalmente, un egipcio muy amable y que hablaba un inglés fluido nos acompaña a un banco (en un edificio precioso) para poder cambiar nuestros euros por libras. Una vez disponemos de libras, volvemos al palacio para pagar las entradas (100 LE por acceder + 50 LE para poder hacer fotos). A pesar de la odisea para llegar allí (debida a nuestra torpeza), la visita al Palacio de Manial merece muchísimo la pena, tanto su mezquita y jardines como las diferentes estancias del palacio. En su interior, lo que es totalmente prescindible es el museo de la taxidermia y recomendamos no perder ni un minuto dentro.
Recorrido cada rincón del palacio de Manial y agotados tras nuestra aventura por las calles del Cairo, decidimos coger otro Uber para regresar a nuestro hotel, comer allí y disfrutar de una tarde de piscina.
Por la noche, quedamos con parte de los compañeros que se alojan en el hotel Mercure para cenar en el restaurante Cheristo, recomendado por nuestro querido guía Rashedy. Este restaurante, muy cercano a nuestros hoteles (Oasis y Mercure) se ubica a los pies de las pirámides y es posible tener una buena vista de ellas desde su terraza. No obstante, estaba en marcha el espectáculo de luz y sonido de las pirámides durante el tiempo que duró nuestra cena y, al hacer contraluz, solo podíamos intuir sus siluetas. Eso no impidió que no pudiéramos disfrutar de una cena magnífica, compuesta por una selección de mezze y un plato a elegir entre pollo y pescado. El grueso de la mesa nos decidimos por el menú de pescado acompañado por calamares y langostinos, además de una generosa ración de arroz. La cena estuvo deliciosa a un precio estupendo (130 LE el menú, bebidas aparte) además, el servicio fue rápido y atento, por lo que si nos hubiéramos quedado algún día más en el Cairo, creo que habríamos repetido.
Sabiendo que al día siguiente teníamos que estar listos para salir dirección al aeropuerto a las 4.15 am, decimos regresar a nuestras habitaciones directamente después de la cena, a preparar las maletas e intentar dormir algo.