De nuevo, amanecemos temprano para poder visitar el Valle de los Reyes en cuanto abren y así evitar multitudes y el calor de las horas centrales del día (ese día tuvimos temperaturas de 40 grados), además de poder disfrutar de las visitas sin prisas. Antes de salir, toca dejar hecho el check out del barco ya que ese mismo día ponemos rumbo al Cairo.
La entrada del Valle de los Reyes permite el acceso a tres tumbas entre las que ese día haya abiertas, ya que cada día las van rotando con el fin de preservarlas mejor. Esta entrada no da acceso ni a la tumba de Tutankamon ni a la de Seti (esta última se dice que es la más bonita). En nuestro caso, decidimos sacar por nuestra cuenta también la entrada para poder ver la de Tutankamon (250 LE). Sin embargo, la opción de visitar la de Seti la descartamos porque se encontraba muy alejada del resto de tumbas y tenía un precio prohibitivo (1.000 LE). Por otro lado, no está permitido hacer fotos del interior de las tumbas, por lo que aquellos que deseen tomar fotos, tendrán que sacar un ticket aparte que cuesta 300 LE y da permiso para tomar fotos en las tumbas, pero no incluye la posibilidad de fotografiar la tumba de Tutankhamon en caso de tener la entrada.
En concreto, visitamos la tumba de Ramsés IV, la de Merenptah y Ramsés III, además de la de Tutankhamon. Esta última, sin ser la más bonita, es una de las más famosas, por descubrirla con el tesoro intacto a diferencia del resto de tumbas que habían sido expoliadas. La decoración es sencilla porque Tutankhamon murió a las 18 años mucho antes de lo previsto y, de hecho, pasó a ocupar una tumba que inicialmente no estaba preparada para que la ocupara él. En su interior, además del sarcófago, se puede ver su momia. La máscara y otros objetos del tesoro, se pueden visitar en el museo de arte egipcio del Cairo. Sobre si merece la pena visitar la tumba de Tutankhamon, aquí os diríamos que va en cuestión de gustos, las otras tres tumbas que vimos y que estaban incluidas en el precio de la entrada nos parecieron mucho más grandes, bonitas y trabajadas, pero no queríamos dejar pasar la oportunidad de visitar la de Tutakhamon.
Finalizada la visita al valle de los reyes pusimos rumbo al templo de Hatshepsut, una de las pocas faraonas que gobernaron el antiguo Egipto. El templo de Hatshepsut está en gran parte reconstruido, ya que su hermano, como venganza contra ella, decidió arrasar con él. A pesar de estar reconstruido no deja de ser impresionante, sobre todo si nos imaginamos sus terrazas llenas de árboles y plantas (de hecho quedan un par de tocones a la entrada de aquella época). Los relieves de sus paredes cuentan el viaje de Hatshepsut a Somalia y la fauna que allí conoció. Como en otros templos, pudimos visitarlo tranquilamente sin grandes grupos de turistas.
De ahí, nos acercamos a una fábrica artesanal de alabastro, donde nos explicaron el proceso de fabricación de las piezas y nos dieron tiempo para que aquellos que lo quisieran pudieran comprar algo. Esta parte, bajo mi opinión, es totalmente prescindible y es una de las cosas que menos me gustan de los viajes organizados, las paradas metidas pensadas para que compres algo, pero bueno, algún inconveniente tiene que haber…
Nada más salir de la fábrica de alabastro nos dirigimos a ver de cerca los colosos del Memnón y admirar su tamaño impresionante, a su lado, nosotros éramos enanitos. Estas gigantescas estatutas del siglo XIV aC de Amenhotep III son todo lo que queda de su templo mortuorio.
Acto seguido, nos dirigimos a la orilla del Nilo contraria al templo de Luxor y ahí cogemos una faluca a vela que nos llevará hasta la orilla contraria. Sin embargo, la experiencia fue un poco decepcionante, ya que a esas horas apretaba ya el calor y no había ni pizca de aire que moviera nuestra faluca hasta la otra orilla. Finalmente, nos enganchó un barco a motor y nos remolcó hasta la orilla contraria. Desde allí, un autobús nos llevaría a nuestra siguiente parada, el templo de Karnak.
Nuestra última visita en Luxor corresponde al templo de Karnak, dedicado al dios Amón y cuyo tamaño impresiona desde el primer momento e invita a tomar fotos de todos y cada uno de los rincones, especialmente a las más de 140 columnas de la sala hipóstila. A pesar del calor que hace ya a esas horas y del hambre que tenemos ya, eso no impide que disfrutemos a tope de la visita.
Sobre las 14.00 de la tarde y tras una mañana intensa y disfrutada a tope, regresamos a nuestro barco para comer y descansar algo antes de coger el vuelo que nos lleve hasta el Cairo para seguir disfrutando de las maravillas del antiguo Egipto.
Nuestro vuelo está programado para las 21.30 de la noche, por lo que hacemos tiempo en el barco, unos tomando el sol en la cubierta y otros durmiendo la siesta en los sofás del bar. Sobre las 19.00 nos recogen para llevarnos al aeropuerto y, tras facturar las maletas, cenamos en la pizzería que hay en el aeropuerto. Nuestro vuelo sale con algo más de una hora de retraso, lo que unido a la hora de vuelo y a la que se tarda desde el aeropuerto del Cairo a la zona de hoteles (en nuestro caso el hotel Oasis), hace que la perspectiva de horas de sueño para esa noche vuelva a ser escasa. Sin embargo, al día siguiente nos espera el plato fuerte del viaje, las pirámides, por lo que la ilusión pesa más que el cansancio.