A las 2.00 am en punto estábamos todos listos para salir en dirección a Abu Simbel, ya que por delante teníamos tres horas de viaje en autobús que aprovechamos para dar cuenta del desayuno para llevar que nos dieron y tratar de sumar algún rato más de sueño. Aunque seguramente otros templos y lugares se puedan visitar con más o menos facilidad por libre, no es el caso de Abu Simbel, ya que para transitar por la carretera que va de Aswan a Abu Simbel es necesario ir escoltado por un convoy de seguridad.
Tras tres horitas de viaje, experimentando la manera de conducir egipcia, llegamos a Abu Simbel en el momento en que empezaba a amanecer y en que abrían las puertas del templo: las 5.00 am. Encontrarse frente al templo de Ramsés II prácticamente a solas por ser el primer grupo en llegar, apreciando toda su magnitud, hizo que el madrugón mereciera muchísimo la pena. Allí, nuestro guía nos dio algunas explicaciones sobre el templo (trasladado de su ubicación original piedra a piedra tras la construcción de la presa de Aswan) y el papel de Ramsés II en la historia de Egipto. Tras las explicaciones y las fotografías de rigor frente a su fachada, pasamos a disfrutar de su interior que, como dato, si queréis fotografiar, debéis sacar un ticket aparte al módico precio de 300 LE. Una vez visto el templo de Ramsés II, visitamos también el templo de su mujer Nefertari, que, aunque más pequeño, no deja de ser también impresionante. En total, creo que estaríamos unas dos horas en Abu Simbel, en cualquier caso, tiempo más que suficiente para escuchar las explicaciones, visitar ambos templos sin prisas y hacerse todas las fotos que se desearan.
Una vez finalizada la visita a Abu Simbel, regresamos a nuestro autobús de vuelta a Aswan, con otras tres horas de viaje por delante. Por el camino, atravesamos la presa de Aswan, toda una obra de ingeniería. Una vez en Aswan, cogimos una faluca (una barca a motor) que nos llevó a nuestra siguiente visita, el templo de Philae dedicado a Isis y que se ubica sobre una isla en el lago Nasser que, sin embargo, no es su emplazamiento original, ya que como ocurrió con Abu Simbel, tras la construcción de la presa de Aswan hubo que trasladar el templo, respetando su orientación original. La vista de la isla y el templo acercándonos a ellos desde la barca es increíble. Como en Abu Simbel, el guía nos ofrece distintas explicaciones del templo, tanto de su exterior como de su interior y nos deja tiempo suficiente para volver a recorrerlo por nuestra cuenta y hacer las fotos que necesitáramos (será la dinámica que seguiremos en todas las visitas, siempre con tiempo de sobra para ver el templo tranquilamente).
De regreso al templo de Philae, el grupo se dividió en dos, ya que algunos decidieron añadir una visita extra de dos horas de duración a un pueblo nubio, que incluía paseo en velero y también en camello, visita a una casa típica del pueblo nubio y degustación de productos locales. En nuestro caso, descartamos esta visita ya que no nos llamaba la atención, y aprovechamos ese rato para descansar en nuestro camarote. Una vez regresó el grupo que visitó el pueblo Nubio (sobre las 14.00 – 14.30), zarpamos dirección Kom Ombo y, tras dar cuenta de la comida, decidimos aprovechar la brisa que corría en la cubierta del barco y disfrutar de la piscina. Ya que en las habitaciones, a pesar del aire acondicionado hacía bastante calor. Destacar que, a eso de las 17.00 de la tarde sirvieron en cubierta café, té y pastas.
Llegamos a Kom Ombo justo cuando empezaba a oscurecer, por lo que hicimos una visita nocturna al templo. Tanto en este caso, como en el de Luxor que también hicimos visita nocturna, los templos están muy bien iluminados, por lo que pueden apreciarse perfectamente todos los detalles del mismo y, además, la iluminación combinada con la oscuridad de la noche los hace todavía más impresionantes. El templo de Kom Ombo está dedicado a dos divinidades (Sorek y Haroeris) por lo que se encuentra dividido en dos partes, esta división es perfectamente apreciable en los jeroglíficos y relieves que decoran sus paredes. Por cierto, además del templo, se puede visitar el museo de cocodrilo, algo cuanto menos curioso.
Cuando finalizamos la visita, nos confirmaron que el calor en las habitaciones era debido a que había un problema con el aire acondicionado del barco, así que mientras lo arreglan, aprovechamos para tomarnos un refresco en una terraza fantástica que está justo a la salida del templo. Después de un rato, nos informan que el aire acondicionado de nuestro barco no tiene un arreglo inmediato y, como solución, nos ofrecen reubicarnos en otro barco de similares características durante el resto del crucero, por si tenéis curiosidad, el barco es el L’aube du Nil. Tras tomar posesión del nuevo camarote, damos buena cuenta de la cena y tras confirmar los horarios de las visitas del día siguiente, nos vamos directos a la cama mientras el barco navega dirección Edfú.